He visto algo que ha sido expulsado de mí, creció como un fruto amargo, sin embargo ha sido expulsado...
En esta historia el capitán Ahab venció a Moby-Dick, la destazó, preparó, enlató, coló su aceite y vendió sus restos en un mercado de pescado en la bahía de Tokyo. En el relato, todos aquellos oprimidos por los imperios Romano, Bizantino y Turco-Otomano, se levantaron para mirar el desplome estrepitoso de sus opresores: cada uno de ellos, los ofendidos y heridos, se restituyeron y caminaron libres ante las ruinas de sus antiguos vencedores.
Ha concluido, ha terminado aquella historia, su fruto agrio -sembrado por aquella tu burla- no fructificó más, una vez lejos de mi, se ha secado, marchitado y muerto. Quiso el destino darme la ocasión de observar como tus puyas se volvieron contra ti... la zarza y espinas envolvieron tu lengua, y en poco lapso, tu cuerpo. Al inicio, sentí alivio -y no he de mentir, la sensación de la revancha- por la visión de aquello que creí, justicia. Arrepentido, por un instante sentí pena y un resabio de mi amor asomó tímido... aún con la zarza enroscada en torno tuyo, tu lengua permanece con filo y veneno. Decidí alejar la culpa, y traer al olvido... dejé de rehuír al momento y a mis actos, tuve yo, responsabilidad, mas no toda. Habrás de liberarte, serás feliz, será otra pluma quien lo registre, pero no la mía... seco el fruto, he comprendido que no me corresponde, era más tuyo que mío.
"Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón". Jorge Luis Borges.
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