Fragmento de una carta perdida: [...] "hoy escribo como escribo siempre, aunque siempre es con grandes espacios de tiempo. Escribo porque también siempre hay quien lee, y cuando lee, escucha. La amiga que escucha también siente, pronto será madre. Ya menciono que escribo otra vez, asuntos que abandono por períodos prolongados: el otra vez; el escribir; también lo que menciono".
Tinta vertida, el descuido, sea acaso que el tiempo borre de la memoria el significado de las palabras: la mancha es nada.
Como una fuente inagotable, discurre en las horas, fluye a través de los párrafos que lee, se vierte en las líneas que escribe, así pasa las horas, los días... las noches.
A veces pienso que el anciano (casi) ciego tenía mucha razón sobre las bibliotecas: si existe un paraíso, debe ser ahí. Es probable que por ello en ocasiones, las bibliotecas y sus hijos son incinerados.
Pienso decir, mas no decir sería lo correcto: lleva agua el río , agua que hierve, más que hervir, emana acre... tiñendo las rocas y arenas de la ribera de ásperos rojos y amarillos encendidos, tiñendo el ambiente de mordiente. Un viernes así debería ser en cambio, un martes... arcaica deidad en cuyo honor fue nombrado.

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