20150519

El caminante del fondo del mar


Las antiguas tradiciones tienen en su anales una creencia, la cual a lo largo de los siglos ha sido objeto de gran escrutinio, tenida más por una supersticiosa memoria que por un hecho probable, imposible es saber su origen. Tal mito o relato es mencionado por la totalidad de las leyendas y mitos del mar.

Ocasionalmente, en mar abierto, los navíos se han encontrado -en medio de la noche- con una manifestación sin igual: aparece una misteriosa luminiscencia -azul-, proveniente de las profundas fosas del océano. Existe una extraña relación, casi siempre ocurre cuando la luna -plena- ilumina tanto cielo y mar. Tal evento anuncia una serie de sucesos benignos: durante varios días no hay viento que agite las olas, las cuales -más bien ausentes-, como resultado, transforman la superficie marina en espejo quieto y silencioso, de agua tan clara, que entre ella pueden admirarse a los titánicos leviatanes desplazándose, rodeados de nutridos cardúmenes de vibrantes movimientos. Se sabe que es un buen augurio, que asegura abundante pesca; travesías sin contratiempo alguno, con aguas calmas, mansas; viento suave, en ocasiones acompañado de livianas nubes blancas y una tenue llovizna.

En una ensenada, alguna vez, le vieron hace más de 700 años -dicen las crónicas-, siendo poca la profundidad del lecho continental, las tripulaciones le vieron, caminando, envuelto en ese halo azul luminoso, dirigiéndose a la rada. Todos aquellos hombres de mar, curtidos de piel y memoria, experimentados maestres y oficiales, aquellos quienes a lo largo de su existencia y a través de todos los mares habían presenciado innumerables fenómenos de naturaleza extraña -indescriptibles algunos-, no podían sino sentir una extraña fascinación, aunque muy en secreto se estremecían con una gélida sensación en sus espaldas y erizaba sus cabelleras. Las tripulaciones enteras, agolpadas se asomaban por la borda de las embarcaciones, haciendo que éstas se inclinasen hasta casi volcar. Ahí pues, los marinos eran testigos de la marcha de aquel ser, de pasos lentos y fantasmagóricos, de silueta difusa. Siendo de noche, era tal la luminiscencia del fondo, que ésta bañaba -incluso- las laderas de la rada, azulada y brillante era entonces la atmósfera circundante. Nadie se atrevió a seguirlo, presenciaron cómo llegó hasta la orilla y comenzó su camino hacia la tupida selva de una ladera, perdiéndose su figura, mas no ese halo azuloso... siendo aquel el único avistamiento -registrado- de aquel enigmático ser. Con el paso de generaciones, los marinos acostumbraban cantarle quedamente con serena alegría... dedicaban sus notas al espectral ente, a fin de ganar su favor y gracia.

Hay -sin embargo- algo que siembra el temor en todos los marinos y gente de la costa, cuando ese ser se manifiesta con una luz rojiza, entonces todo es distinto, es un mal presagio. Los grandes monstruos de las profundidades escapan de las oscuras simas y todo ser viviente se evade de la zona, mientras los cielos se encapotan con el gris acero de la tempestad, grandes masas de agua se yerguen, al tiempo que el relámpago atronador inunda el ambiente, entre tremores submarinos y muros inconmensurables, entonces el agua iluminada en roja tormenta, se levanta en borbotones, pareciese que más que agitarse, hierve... se sabe que además, en días posteriores, aparecen millares de animales marinos y peces, muertos todos, tapizando el mar, llenando el aire de pestilencia.

En la bitácora del legendario Izmûl, en su séptimo viaje, queda asentado que el indomable capitán, al hallar el brillo carmesí, presuroso dirigió su nave al puerto más próximo, y precipitándose a la orilla, atracó, internando a sus hombres en la mayor elevación de aquellas tierras, el monte Razmô Azur. Poco quedó del orgulloso navío de Izmûl, que al igual que todas las embarcaciones de la bahía, fueron destruidas por el mar embravecido, que hizo desaparecer incluso toda edificación costera. El capitán se vio obligado a esperar meses para lograr -penosamente- salir de aquel puerto.

En uno de los tomos -actualmente perdidos- de la First Encyclopaedia of Tlön, el historiador Sir Walter Oskarsson Brandt, buscaba pistas acerca de Uqbar y además de la isla capital Iradhia, la cual había sido -primero- barrida por el océano durante tres días de violentas marejadas, para posteriormente desaparecer de la superficie. La gran Isla Iradhia fue castigada con terremotos inacabables, tragada por las aguas y por el tiempo. Entonces fue que en el décimo tomo, Oskarsson halló la dudosa crónica de La batalla naval del archipiélago de Körmhuz, uno de los episodios olvidados del caminante del fondo del mar. El relato comenzaba así:

"En el año 1380, previo a la tragedia, los pescadores nativos de Körmhuz (provincia insular de Iradhia) habían observado durante tres noches seguidas, un destello rojizo en las aguas profundas del archipiélago. No tardaron en llegar las noticias a la metrópoli, mas siendo la élite gobernante de aquella isla, impulsora de avanzados conocimientos y ciencia -de su época-, decidieron ignorar aquella superstición arcaica de vulgares navegantes. Por añadidura, era tiempo de guerra"

"Las flotas se enfrentaban hacía horas en Körmhuz, el resultado decidiría qué nación se haría del dominio absoluto de aquellos mares. Con un clima adverso, colmado de pesadas nubes y una lluvia pertinaz, se contaban por cientos los navíos, rodeados por los restos de aquellos ya hundidos, la gritería del zafarrancho era eclipsada periódicamente por los estrépitos de la artillería, el crujir de la madera al partirse, los choques de los aceros al abordaje. Sin interrumpir la batalla, al arribo de la noche, y habiendo transcurrido 15 antes de las 21 horas, los vigías de la nave insignia de la flota de Akathar, transmitieron a la oficialía que bajo las aguas se advertía un resplandor"

"El almirantazgo de Yrgün recibía -a la par- informes de las mismas luces, mientras las condiciones meteorológicas empeoraban. La marinería entró en ansiedad al percatarse de las luces, empero la turbiedad de las aguas, éstas no reducían el extraño destello bermellón del mar. La intensidad de la lucha declinó, los hombres percibían que una adversidad se cernía sobre ellos, una peor que aquel combate. Se rompió la disciplina en las baterías, mientras los oficiales desgarraban sus gargantas intentando restablecer el orden; los timoneles batían el gobierno de los navíos desobedeciendo a sus superiores... y el cielo se desplomaba sobre ellos, fue entonces que los estertores de batalla cambiaron por gritos de terror. Súplicas y peticiones de abandonar la batalla eran desoídos, y las amenazas de juicios por cobardía eran lanzadas una y otra vez"

"Ocurrió lo inimaginable, estalló una revuelta generalizada, sin planearlo, y ante la necedad de los mandos, las tripulaciones, presas del pánico, asesinaron uno a uno a los comandantes, a los capitanes que se negaban a abandonar la lucha, era un sangriento motín. Los marinos de la más baja graduación tomaron el control de las naves, mientras arrojaban al mar los despojos de sus superiores, o en algunos casos, lanzaban por la borda a los oficiales aún con vida, ignorando sus ruegos de piedad. Rápidamente, una desesperación mayor campeó entre la marinería, quien se abocó al intento de alejarse de aquel sitio. El grado de locura era tal, que un buque de Akathar que anteriormente había sido abordado por los soldados de Yrgün, se convirtió en refugio de ambos bandos, los enemigos que antes se mataban, en ese instante unieron esfuerzos para así, escapar juntos. Pero tal empresa, parecía ya imposible. Las olas -enormes- estrellaba a las naves, quebrándolas, mientras algunas eran desarboladas por el fortísimo viento. Imposibilitados -por las espesas nubes- para navegar guiándose con las estrellas, muchos perecieron"

"Dejando tras de sí la siniestra oscuridad, ocasionalmente rasgada por los destellos de los relámpagos, tan solo un puñado de embarcaciones y sus hombres lograron ponerse a salvo. Pasados algunas horas, y amainado el temporal, bajo una gran reticencia, comenzó una misión de rescate... El almirante Yelah de Yrgün, el mítico vencedor de tantas batallas, el almirante invicto, jamás fue encontrado, la mayor parte de su flota desapareció, en los trabajos de rescate no se encontró ningún cuerpo o resto de navío, nada... ninguna miserable astilla"

Sir Walter Oskarsson Brandt - Octubre 16 de 1892.


No tienen idea de cuánto me gusta escribir ficción y cuento fantástico, aquí realicé un pequeño homenaje a a Poe, Lovecraft y a Borges. Este fragmento forma parte de un escrito mayor, que está en proceso desde hace algunos años, y disfruto cada vez que lo retomo.

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