Hermosos recuerdos: recién ganada la presidencia por EPN, los priistas festinaban, orgullosos, desbordantes, eufóricos. Hoy, apenas tres años después, han sido rebasados por algo imparable y contundente que se llama REALIDAD.
El culto a la personalidad es característico de regímenes totalitarios: enalteció a personajes como Stalin, Hitler, Gadafi, Franco... Kim Il Sung, etcétera. México en cambio, cultivó el culto a la presidencialidad, tal culto se le rendía (y rinde todavía) al gobernante en turno, durante su sexenio era como un emperador... el último engendro de la presidencialidad se llama Enrique Peña Nieto.
A los priistas que festejaban hace tres años: tengan un justo consuelo, además de tener a un presidente pendejo, porque -salvo algunas honrosas excepciones- la mayor parte del gabinete, sus ministros, secretarios y lacayos, también lo son (pendejos).
La REALIDAD que los ha rebasado les demuestra el abrumador fracaso en su intento por revivir las prácticas y costumbres de un régimen autoritario y corrupto, que -curiosamente- ha sido atropellado por una corrupción mayor, imparable e indomable. Pensaron (sic) los priistas que sería fácil tomar las riendas del monstruo que habían creado con tanto amor, pero ese monstruo -aún más autoritario y amante de la real estructura vertical- es más violento, más inteligente, más corrupto y sobre todo: BRUTALMENTE EFICIENTE.
Epílogo: Sin embargo, seguirán gobernando.
PGR al servicio de la comunidad. El niño Peña se extravió en París Franchia...
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